Este 2022, se cumplen 40 años desde que Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982.
Foto: Centro Gabo |
***
El inca Túpac
Yupanqui perdió el sentido de la mesura cuando,
estando en las costas del Pacífico, entre los actuales límites de Perú y
Ecuador, entre 1460 y 1470, según cálculos de los historiadores, vio un navío
que llegaba desde unas tierras lejanas. Sin espacio para la duda, ordenó
preparar barcos, provisiones y junto a 20 mil soldados emprendió la osada
marcha, obsesionado por dominar el mar. Después de nueve meses, retornó de las
ínsulas de Oceanía, lugar al que visitó antes de los europeos y en donde
perdura la leyenda de la llegada de un rey cobrizo que era hijo del sol, según
narraron los cronistas. Tiempo después, en una nueva campaña por América, buscó
llegar al final de la tierra cuando, recorriendo el actual territorio de Chile,
marchó hasta donde todo lo que seguía era el mar.
Muchas
historias en América Latina, como la de Túpac Yupanqui, esperan a un narrador
que las convierta en relatos que nos admiren como habitantes de esta parte del
mundo. Escritores que influidos por Gabriel García Márquez recojan esos insumos
y los conviertan en cuentos, poemas y novelas que nos ayuden a entender nuestra
naturaleza para ser capaces de entenderla, defenderla y valorarla.
“No hemos
tenido un instante de sosiego”, mencionó Gabo en 1982 durante su discurso de
recibimiento del Premio Nobel de Literatura, al referirse a los constantes
sucesos que rompen la tranquilidad de América Latina, “esa patria inmensa de
hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con
la leyenda” y donde abundan las “noticias fantasmales”.
La realidad
no ha cambiado: reflexionan los analistas que en nuestros países nunca te
aburres, así no tengas la más variada aplicación de streaming de video,
ya se por falta de presupuesto o de servicio eléctrico. En noviembre de 2020,
cuando la pandemia por el covid-19 llenaba hospitales y morgues, una crisis
política en Perú, ocasionada por sus ilustres políticos, nos empujó a una
mágica realidad gracias a la cual tuvimos tres presidentes en menos de una
semana, como 50 años antes pudimos leer en el realismo mágico de Cien años
de soledad o La mala hora, por mencionar a dos ejemplos, que están
llenos de hojas que hierven de rebeliones y enfrentamientos por el poder.
Son muchas
las referencias que podríamos relacionar entre las historias escritas por
García Márquez y lo que vivimos en nuestra América. No es coincidencia,
entonces, y hasta podría ser una conclusión válida que Gabo se nutrió de
nuestra vida política, social y cultural para crear su universo de personajes
que hasta sin haberlos conocido o que vivieron muchos años después están
perfilados en las páginas de sus libros. O cómo explicamos que en Túcume, un
pueblito costeño al norte del Perú, en la región Lambayeque, haya existido
Santos Vera, un ser venerado, de la magnitud de la Mamá Grande en Macondo, que
a su muerte mereció canciones, un museo y hasta fue víctima del robo
profanatorio de su cráneo, pues así se quería adquirir su sabiduría, que en
vida lo llevó a sanar enfermos, curar males y predecir el futuro desde la
brujería y la chamanería.
Mi abuelo
gustaba dedicar las tardes de sus últimos años de vida a construir objetos
únicos y prácticos, que despertaban la curiosidad en la calle, como cuando armó
un bastón que en dos movimientos se convertía en una silla. El llamativo
invento, que nos aseguraba haber visto entre sus sueños, lo usaba solo cuando
visitaba a mi abuela en el cementerio, y aunque se justificaba que así podía
descansar de la larga caminata, todos sabíamos que no era más que para seguirla
impresionando. Fue la muerte de mi abuela, justamente, el motivo inesperado que
desencadenó la distancia de nuestra numerosa familia, compuesta por seis hijos
y muchos nietos, que, hasta entonces, con su sola presencia, era capaz de
mantener unida en almuerzos y reuniones sin fin. Víctor y María, los nombres de
mis abuelos, eran dos seres que probablemente nunca leyeron a Gabo, pero que
viven en personajes como José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, quienes, como
otros seres del universo de Gabriel García Márquez, poseen características de
las personas que nos rodean o están en nuestro día a día.
Sus
personajes y acciones son los que vemos con nosotros y que Gabo supo plasmar en
las historias que hicieron de nuestra América un continente menos impredecible.