15 de septiembre de 2011

El hombre se convierte en niño los fines de semana


Optar por un equipo durante la infancia es elegir cómo se transcurrirán los domingos, había advertido, acertadamente, Juan Villoro en su libro Dios es redondo. Hecha la elección, no hay marcha atrás. Para algunos la decisión es por genética, para otros por el equipo de moda; pero, en todos los casos, el vínculo es irrompible. El hincha -el verdadero- jamás niega -ni reniega- de los suyos; así tenga que padecer goleadas o partidos hechos para el bostezo, refería, también, el cronista mexicano. Así son los de la "U" -Universitario de Deportes-, quienes como el club son más grandes que sus problemas.

La última cita estaba pactada a las 5:15 p. m., pero el hincha llegó desde temprano. La situación lo ameritaba. Jugaba la "crema", pero no cualquier partido, se disputaba la clasificación a la siguiente ronda de la Copa Sudamericana: el pase a octavos de final. El rival no importa: se le puso en su sitio.

Banderola sobre la tribuna Norte. 
Hasta el estadio Monumental se acercaron ateos y feligreses de este deporte. Ateos los que vienen motivados por el mercantilismo que genera esta pasión -comerciantes, dirigentes, polícias...-, quienes como en la vida van destruyendo y convierten todo en producto de consumo, también versaba Eduardo Galeano en su impresionante libro El fútbol, a sol y sombra. Los segundos, los feligreses, los fieles y pacientes fanáticos de la "U".

Una vez por semana el hincha viene al estadio. Se olvida la vida decente y se convierte en niño con esa magia que encierran las cuatro tribunas y alimenta el olor del césped recién cortado. Por el fútbol se emprende el largo peregrinaje al estadio, así el viaje sea desde el otro lado de la ciudad. Porque la televisión jamás comunicará lo real que se vive en el estadio, el fanático viene a la cancha, argumentaba Galeano, en el referido libro.

Pasado el susto del penal fallado y la expulsión de Morel, llegó la calma y el desahogo: el gol. Con él, los oles, las gritos de guerra, las burlas al rival que ve la competición por TV y se contenta con ganarle a los equipos del medio local, pero, sobre todo, la promesa de volver en la siguiente ronda. 



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