¿Qué sucedió en el ámbito rural del Perú durante el aislamiento social por el COVID-19 respecto al abastecimiento de agua para consumo humano? ¿Cuál es la situación de la prestación de los servicios de saneamiento para evitar la propagación del nuevo coronavirus (entre otras enfermedades) en la serranía del país andino? La siguiente crónica permite graficar parte de lo vivido.*
Foto: Internet |
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“Estamos desabastecidos”, le confesó Zambrano con incertidumbre a Marya Chilón, integrante de la Asociación Los Andes de Cajamarca (ALAC), cuando lo llamó para preguntarle cómo iba la cloración. Chilón es ingeniera industrial y encargada de monitorear a organizaciones comunales de Cajamarca encargadas de la prestación de los servicios de saneamiento. “¿Cómo va la cloración?”, le había preguntado a Zambrano. “Compártenos el dato de algún proveedor de cloro. Estamos desabastecidos”, escuchó.
Chilón empezó a averiguar entre sus contactos. Días atrás, ALAC, una organización social promovida por una empresa privada de la región, había repartido cloro, entre otros materiales a diferentes organizaciones comunales, específicamente a las llamadas juntas administradoras de servicios de saneamiento (JASS).
En el Perú, los servicios de saneamiento –ya sea de agua potable, de alcantarillado sanitario, tratamiento de aguas residuales o disposición sanitarias de excretas– son brindados, en el ámbito urbano, por las empresas prestadoras (EPS), y en las pequeñas ciudades, que están fuera del ámbito de una EPS, por las municipalidades, mediante unidades de gestión municipal (UGM) u operadores especializados. En tanto, en el ámbito rural, las encargadas son las organizaciones comunales, que abastecen a los centros poblados y pueden adoptar diversas formas, como las JASS, JAAP, entre otras.
La JASS Chorro Blanco tiene suficiente cloro y está cerca de la JASS Manzanas Capellanía –que preside Juan Carlos Zambrano–, advirtió Marya, tras revisar la información de las organizaciones comunales a su cargo. Recordó que ALAC, mediante el proyecto “Fortaleciendo la gestión del agua”, les había entregado cloro, entre otros materiales. “Estimado Humberto, quisiéramos coordinar la disposición de cloro”, conversó telefónicamente con José Humberto Chávez, presidente de la JASS Chorro Blanco, ubicada a unos cinco kilómetros de Manzanas Capellanía. “Sí, mis directivos son buenos. Llámelo a Zambrano para acordar”, le respondió Chávez.
Para los prestadores de los servicios de saneamiento en el ámbito rural, como las JASS Manzanas Capellanía o Chorro Blanco, así como los más de 28 mil que existen en el Perú, según registros oficiales, el cloro es fundamental para eliminar las bacterias y parásitos del agua, que se capta de manantiales, ríos u otras fuentes naturales, y no sigue un proceso de potabilización, como lo realiza Sedapal, la empresa prestadora encargada del abastecimiento de agua en Lima. Según la Defensoría del Pueblo del Perú, el 28 % de los hogares rurales se abastecen de agua de pozos, ríos, acequias, entre otros. Por ello, la cloración en los centros poblados permite prevenir enfermedades y reducir las tasas de anemia.
- “Me va a vender o prestar”, quiso saber Zambrano, cuando se enteró de la posibilidad de obtener cloro de otra JASS.
En el mercado, cada kilo de cloro cuesta 18 soles (poco más de 5 dólares). La JASS Manzanas Capellanía necesitaba cuatro kilos para la cloración de dos meses. La preocupación por su precio se basa en que la financiación de las JASS, en el mencionado país, se sostiene en la cuota que paga cada familia beneficiada con el agua y cuyo monto no suele ser suficiente para cubrir todos los gastos de operación y mantenimiento del sistema. Dicha cuota familiar suele variar entre un sol al mes –como en Manzanas Capellanía– hasta montos no muy superiores. “La cuota familiar no es el valor real que necesitan las organizaciones familiares”, afirma Chilón.
- “Que venga, yo coordinaré con él”, ofreció Chávez, de la JASS Chorro Blanco.
Asimismo, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) del Perú, en su documento “Acceso a los servicios básicos en el Perú, 2013 – 2018”, en el ámbito rural, al 2018, el 73.6 % tiene abastecimiento de agua por una red pública y solo el 29.3 % tiene servicio de alcantarillado (de una población total de 7 millones de personas que habitan en el ámbito rural). La misma entidad advierte que, en la zona rural, solo el 2.6 % de la población accede a los niveles adecuados de cloro residual en el agua que se utiliza para consumo humano. Dicha cifra, en Cajamarca, llega al 12.4 % de la población y es esa región la que cuenta con la mayor población rural, con el 13.6 %.
En el caso del cloro, Chilón explica que es un material “volátil” por lo que las JASS –como Manzanas Capellanía– si no tienen las condiciones adecuadas, no pueden almacenar cloro para periodos prolongados. Es así que, como en este prestador, se acostumbra comprar algunos kilos, cada cierto tiempo, para la cloración que realizan cada siete días.
José Humberto Chávez, de la JASS Chorro Blanco, entrega el cloro necesario a Juan Carlos Zambrano de Manzanas Capellanía. Foto: Marya Chilón. |
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*Esta crónica, junto a otras dos historias, fue una de los ganadores del concurso de testimonios “La vida cotidiana de los peruanos durante la Gran Pandemia” que organizó el Instituto de Estudios Peruanos (IEP). También fue publicada en el porta IAgua.