- La guerra de 1827 con Bolivia la ganamos. El paseo por el Titicaca lo pagaron los perdedores.
- La guerra de 1828 con la Gran Colombia la perdimos: un general que llegó a Presidente traicionó a otro general.
- La guerra de 1838, de nuevo con Bolivia, la perdimos.
- La guerra de 1837 contra los chilenos la ganamos, pero el Perú permitió al cercado ejército chileno retirarse íntegro, entre marchas triunfales.
- La guerra de 1839, de nuevo con Chile, la perdimos: claro que entre los vencedores formaban dos futuros presidentes del Perú, Castilla y Vivanco.
- La guerra de 1841, de nuevo con Bolivia, la volvimos a perder: alguien le disparó por la espalda al Presidente Gamarra en plena batalla de Ingaín.
- La guerra de 1859 la ganamos sin disparar un tiro. Ecuador pagó el pato: se acordó que el perdedor pagara el paseo por Guayaquil, pero inexplicablemente el Perú proporcionó dinero, vituallas y equipo.
- La guerra de 1879, iluminada por la solitaria antorcha del "Huáscar", la perdimos.
- La guerra de 1930, con Colombia, la perdimos. Presentimientos amargos trotaban con la lengua fuera. Pero entre 1900 y 1911 en el Putumayo se entregaron 4 000 toneladas de caucho a costa de 30 000 huitotos. Buen precio entre siete vidas por tonelada.
- La guerra de 1941 con Ecuador la ganamos: tres paracaidistas tomaron Puerto Bolívar.
En 1932, el Año de la Barbarie, cinco oficiales fueron masacrados en Trujillo: mil fusilados pagaron la cuenta. Los combates del sexenio de Manuel Prado también los ganamos: 1956, combate de Yanacoto, tres muertos; 1957, combates de Chin-Chin y Toquepala, doce muertos; 1958, combates de Chepén, Atacocha y Cuzco, nueve muertos; 1959, combates de Casagrande, Calipuy y Chimbote, siete muertos. Y en los pocos meses de 1960, combates de Paramonga, Pillao y Tingo María, dieciséis muertos.
Las líneas superiores pertenecen a Redoble por Rancas de Manuel Scorza.
Obra que no solo destaca por su literatura social y activismo ideológico, también porque maneja con genialidad y precisión el discurso irónico. La claridad de subvertir las oraciones y manejar los dobles sentidos en frases como: "En el Perú existen dos clases de problemas, los que se solucionan solos y los que no se solucionan nunca" (una crítica soterrada y terrible a la participación del Estado en la solución de los problemas). Cruel.
No con menor maestría trabaja el discurso onírico (los significados y los significantes). Elementos como la coca, el maíz, la lechuza o los sueños son aspectos que solo entendiendo en su contexto dan la posibilidad de comprender a cabalidad el mensaje de la obra.