2018: el año del infierno para el hincha de Universitario. Las siguientes líneas son una reflexión, en el marco del partido contra Sport Huancayo, el más importante que jugó la "U" para salvarse del descenso, sobre lo que significó esta temporada para el club y sus fieles: otra prueba de amor.
Aptitud: los dedos trenzados y toda la suerte que el hincha de Universitario atrajo para salvar la categoría. Todo cuenta cuando lo deseas con tu vida. |
El hincha ha
permanecido con las manos inquietas desde el inicio del partido. La camiseta que
lleva puesta, con la palabra Nicolini en el pecho, evidencia que tocó el cielo
en años previos. Pero hoy vino por otro tipo de obligación: no descender de
categoría.
El encuentro crucial
para Universitario en el año, contra Sport Huancayo, a las 20 horas del jueves 4
de octubre de 2018. El desastre en Ayacucho nos pone penúltimos, en el mismo
infierno: la situación insospechada. La ansiedad nos carcome los días previos, pero
también nos moviliza: en las tribunas, en la calle, en las redes, en Lima, en
provincias, en todo el mundo. Un antes y un después.
Hoy hay que ganar
sí o sí, como sea, como se pueda.
Los primeros
minutos son áridos. El equipo intenta, quiere ser protagonista, pero sin
resultados. Entonces jugamos en las tribunas: oriente y occidente. Lo vivimos en
el estadio Nacional, con esas tribunas habilitadas, sin nuestras populares, sin
el pueblo crema por una injustificada sentencia de las autoridades.
Nos han dicho,
reiteradas veces, “no se puede jugar en el Monumental”, “partido de alto
riesgo”, “no habilitaremos Norte”, “no hay garantías” y hemos padecido cinco
controles para ingresar al estadio, un solo acceso para las tribunas populares,
abuso de la autoridad… pero persistimos, somos obstinados, nos motivan y
fortalecen.
Mitad de un
primer tiempo trabado, sin claras opciones y con peligro en cada ataque de
Sport Huancayo. El hincha mira al cielo y cruza los dedos: el medio sobre el índice,
que trenza y dobla con tensión, sobre su pecho, en su espalda, con una convicción
que convence al más ateo de las cábalas.
Jugamos todos, en la cancha, en la tribuna, en las caravanas, en los banderazos, en las redes... en la calle, en el aire, con el alma. |
-
- - “Jugadores,
jugadores… los venimos a alentar… nuestra historia es de primera, de primera no
se va…” –baja el desesperado aliento de las tribunas.
32 minutos. Tiro
libre. Jersson Vásquez está frente al arco norte. Patea, pero va al travesaño. Germán
Denis se anticipa y, de palomita, consigue el gol. ¡Gooolll! ¡Goooollll!
Y es Denis: ejemplo
de quien llegó a mitad de temporada y fue vital como Pablo Lavandeira y (lo que
jugó) Alberto Rodríguez.
La temporada se
inició con una moneda al aire: sin poder contratar y con el futuro del equipo
puesto en los hombros de jugadores jóvenes y algunos con cierta experiencia. Si
se analiza este año desde la perspectiva del vaso con agua, entonces debemos saludar
la aparición de jóvenes como Zubczuk, Osorio, Velarde, Barco, Morales y quienes
pueden seguir creciendo como De la Cruz, Montesinos y otros.
Llegamos al
entretiempo del partido. El hincha y sus dedos parecen desgastados, pero los
segundos 45 minutos serán de mayor tensión y labor: traer toda la suerte al
equipo y la mufa al rival. El entretiempo también es el momento del hincha
contra los rivales que están en casa y parasitan al club.
Del hincha que en las
malas acompaña en las caravanas, participa en los banderazos, agota las
entradas, viaja a provincia, viene por su cuenta al estadio: todos son
importantes.
El inicio del
segundo tiempo potencia el juego del rival, que mueve el balón y merodea el
área: nosotros dejamos el papel protagónico para ser un extra.
Cada ataque de
Huancayo es un año menos de vida. Los dedos del hincha se mueven intuitivamente
como si supieran qué hacer: entrelazarse y bendecir nuestras aspiraciones. El
corazón late vigorosamente, se lanzan respiros profundos, insultamos a la vida
que nos apremia, apretamos los puños y recordamos a los dioses por unos
minutos: nos hemos persignado.
- - “Jugadores,
jugadores… los venimos a alentar… nuestra historia es de primera, de primera no
se va…” –exigen los presentes.
Entonces Lavandeira se barre en el césped para recuperar el balón. Denis lo revienta al infinito. Figuera pone la pierna fuerte. Zubczuk se impone en su área.
El aire está cargado de nerviosos. Aguantamos todo el segundo tiempo, pero la última jugada es un capricho del destino. El delantero de ellos frente a nuestro arco, dispuesto a patear. Lavandeira ya no tiene opción de cerrar y, como todos, se lleva las manos a la cabeza. La jugada más tensa. Algunos renuncian a mirar el desenlace y buscan una explicación en el infinito. Los corazones se prolongan en el aire… ¡Afuera! ¡Es un tiro desviado!
Los tres puntos son nuestros: nunca mejor dicho. Nuestros. Del equipo, pero sobre todo de los hinchas porque no lo ganábamos sin el empuje de las tribunas. Sin el aliento que desestabilizó a su 9 en la última jugada, que entorpeció el juego de los rivales, como contra Unión Comercio, Cristal, en Moquegua y en Cusco.
La hinchada que será el mejor refuerzo para el 2019, temporada en la que otros coleccionan figuritas. Porque, entre lo que nos exige nuestra historia (luchar por el campeonato) y lo que nos permite la situación, hay deberes que no negociaremos: darlo todo y sudar la camiseta.
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