17 de enero de 2012

Dakar 2012: el encuentro del inca con el faraón en el siglo XXI


La historia algunas veces especula. Se dice, por ejemplo, que en el pasado, faraones e incas entablaron vínculos. Ello, para explicar las similitudes en las deformaciones craneanas que ambas culturas practicaron. Aunque nunca se pudo mostrar evidencias más contundentes del acercamiento y, menos aún, de los caminos -pequeño detalle- que debieron acercar dos civilizaciones separadas por miles de kilómetros, las especulaciones terminaron la semana que pasó.

Enero 2012 fue la fecha. Los desiertos de Egipto, que otrora cobijaron al Rally Dakar, se unieron a los peruanos para atestiguar la lucha de sobrevivencia de los motores más potentes del mundo. Después de quince días, por los desiertos de Argentina, Chile y el Perú, los "sobrevivientes" de la competencia off road más extrema del mundo llegaron a nuestra capital, para la premiación y reconocimiento a su tenacidad y resistencia. Jornada histórica.

Dakar - Perú 2012. Fondo: Las Nazarenas

En el Dakar, más allá de la clasificación o el puesto de llegada, se premia el esfuerzo por culminar la competición. El menor error se paga con el abandono de la carrera: prima la resistencia. Quizá por ello existe el llamado "Espíritu del Dakar". Es decir, la ayuda mutua al compañero-competidor que cae. Del árbol caído, no se hace leña. Más allá del deseo por ser primero, prima la solidaridad -y si no, ahí está el reglamento-.

El hombre y la máquina

Este año, al parecer, ganaron los que se esperaba. En motos venció el francés Cyril Depres, no sin antes haber brindado una pareja competencia con su compañero de equipo, el español Mark Coma, con quien disputó, hasta la penúltima etapa, el primer lugar. Por su parte, en camiones, se llevó el primer lugar el holandés De Rooy, conductor de un imponente tanque verde. En carros, como todo lo indicaba, marcó supremacía, el también francés, Peterhansel; sin embargo, mención particular merece el norteamericano Gordon, multicampeón en Nascar: un espectáculo. Personalidad, carisma y polémica. Todo junto. ¡No te mueras nunca, Gordon! Y, obviamente, agradecimiento a los peruanos que, pese a las carencias de un deporte común -es decir, no fútbol- se las arreglaron para regresar con la bandera en alto después de casi 9 mil kilómetros de recorrido. Fuerza Inca: verdaderos embajadores peruanos.

Pantera Rosa en la cúspide. Cortesía de los argentinos Dagostino y Turra.

Caso particular son el clan de los Patronelli: hermanos argentinos campeones en la categoría de cuatriciclos. En primer lugar quedó: Alejandro. Segundo: Marcos. Hermanos de sangre, pero antes de equipo. Y con ellos, la famila. Sí, la familia. Junto con Alejandro y Marcos está detrás todo el hogar: papá, mamá, hermana, hermanos, novias, amigos. De febrero a diciembre trabajan todos en la empresa familiar; en enero, todos al Dakar.

La máquina

Se inscribieron en total 465 participantes para competir (171 autos, 185 motos, 33 cuatriciclos, 76 camiones). Llegaron a Lima 246. De ellos, Guilherme Spinelli no fue un corredor más. Cierto, no terminó la competencia; pero, fue por decisión suya: por honestidad. Había empezado bien, pero un choque lo obligó a parar. Recibió ayuda externa, prohibida por la organización y, aunque los oficiales que supervisan la competencia no lo habían notado, él decidió abandonar porque sintió que hizo trampa. Lo comunicó y dio un paso al costado. Ejemplo.



Así terminó el Rally Dakar que desde hace cuatro año recorre caminos sudamericanos: carrera de carreras. Hasta el próximo año. Acá mejores fotos -mucho mejores, in situ-.
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