12 de marzo de 2013

Fiesta grande y colorida por la Virgen de la Candelaria

"... el desfile de las danzas puneñas en las calles y plaza de armas de la ciudad fue el espectáculo más cargado de significado que vi nunca; y le dije al prefecto del departamento, mientras lo observábamos: este desfile en los Campos Eliseos de París o en la Quinta Avenida de Nueva York causaría deslumbramiento y despertaría en los espectadores inquietudes jamás suscitadas antes en el corazón y la conciencia de esos públicos". 

Escribió José María Arguedas, impresionado y emocionado, en uno de sus artículos sobre la música folclórica andina; en este caso, la del Altiplano.

La danza, como la agricultura, tiene un calendario. Un ciclo que marca sus celebraciones y festividades. La fiesta, en la que se incorpora la danza, las costumbres y las devociones, es, a la par, un agradecimiento por los nuevos proyectos y por lo recibido o hecho durante el año.

"Y como el calendario festivo es extenso en nuestra región, la fiesta y el rito están en todo el tiempo y en cada comunidad, paralelo al ciclo vital de la naturaleza y el hombre: la madre tierra y sus hijos", sintetiza el libro Puno festivo.

En la cultura andina, en suma, se baila, entre múltiples opciones, por devoción, por diversión o por obligación -ya sea por los cargos que se deben cumplir en los barrios o porque así lo manda la tradición-; pero siempre es un acto divino de renovación de energías.

Caporales Perú Inka. El caporal, danza de luces del Altiplano, es uno de los bailes con mayor aceptación en la festividad.

Una de las mayores festividades es la que, en Puno, en febrero, se celebra en honor a la Virgen Candelaria. Celebración que Arguedas no exageró en señalar que simboliza, en su total cabalidad, al pueblo del Altiplano: un grupo social y étnico con identidad propia y definida.

En sus numerosas danzas, como la morenada, diablada, caporal, waka waka, tinkus, llamerada, entre otras muchas, se reflejan su ideología, idioma, creencias, costumbres, tradiciones, arte, convivencia social, música, teatro, mitos y leyendas.

La festividad tiene dos etapas que empieza en agradecimiento a la Madre Tierra. En esta primera parte, que se inicia el 2 de febrero, adquieren protagonismo los habitantes del campo, quienes practican sus danzas autóctonas y reflejan la convivencia del hombre con la naturaleza.

"Son comuneras y comuneros que vienen a reproducir lo que festivamente realizan en sus pueblos. Son gente que no se disfraza, sino más bien traen lo que consideran los identifica, los visibiliza, en un universo donde la singularidad es básica y tanto el pasado como el presente importan", escribió Sonaly Tuesta, quien ha recorrido esta como muchas otras fiestas en todo el Perú.

Luego es momento de las danzas de luces. Espacio para el paso de las comparsas urbanas que, durante todo el año, realizan innumerables esfuerzos por asistir a la Capital del Folclor Peruano. Se baila todo el año, pero se disfruta más en estas semanas. 

Tinkus. Pasacalle en honor a la Virgen Candelaria. Lima, febrero - 2013. 

A la Mamita Candelaria la bailan propios y ajenos, diablos y ángeles, devotos y ateos, limeños y puneños. Caporales, diablos, chinas diablas, machitas, morenos y ángeles, osos y cóndores invaden las calles. 

Sonaly Tuesta, en otro texto, referiría que "a la Candelaria la persiguen los diablos y morenos. Devotos, enmascarados, rezan mientras bailan. Lloran. La fe se parece a una luz centellante que deambula por las calles de Puno y los posee en una euforia interminable".

Fraternidades que se forman por entusiastas integrantes quienes, con guapeo y sacrificio, van danzando y coloreando las calles. Así es la fiesta. "Es momento de carnaval, es tiempo de ch'allas y uywach'uas, de wifalas y chak'allos", describe el libro Puno festivo. ¡Es  tiempo de bailar por la Virgen del Socavón! 

Morenas. La morenada es una danza mestiza de movimientos simples y colectivos.

José María Arguedas estudió durante gran parte de su vida, con gran profundidad, el significado de la música andina. El 28 de marzo de 1943 apareció, en La Prensa de Buenos Aires, un texto suyo titulado La danza de los sicuris que, entre otras importantes conclusiones, indica: "Los Sicuris de Puno son de una complejidad extraordinaria; cada instrumento representa una flauta de órgano, y diez o quince indios tocando sicuris forman una orquesta, un órgano impresionante en que cada flauta está tocada por un artista, por un ser viviente y excitado de violenta sed de danza y embriaguez". 

Luego añade: "la mayoría de veces no los contratan ni les pagan; bajan en peregrinación por demostrar su piedad y por rendir homenaje a los santos patronos, por los agasajos y las bebidas, por deslumbrar a los pueblos y como embajadores de los indios del gran altiplano... Tocan bailando, pasan por las calles en tropa; mientras caminan danzan suavemente, pero al llegar a las esquinas el bombo truena más alto, los bailarines forman círculo y danzas a salto, y mirándose las caras aproximándose unos a otros como para acompasar mejor las notas: y suben cada vez más al ritmo del huayno y la danza termina en un zapateo violento y alocado". 

Sikuris. Arguedas diría que es un ritual extraño, que significa fiesta, multitud, procesiones, vísperas de grandes borracheras y llantos.

Cuando Dante Alieghieri, en su Divina Comedia, ingresa al Infierno lee las siguientes palabras en el dintel de la puerta de ingreso: "Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor... ¡Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!". 

La llegada hispana a la América india significó la imposición de nuevos patrones culturales, durante el proceso de evangelización, como la idea del Infierno y sus variantes, según argumenta el antropólogo Walter Rodríguez, en su artículo Oro, brocados y bordados para la Virgen de la Candelaria: racionalidad de una devoción. Pronto, las comunidades andinas trasplantaron a sus rituales y fiestas los elementos católicos, como sucede, justamente, en las celebraciones a la Virgen de la Candelaria.

Un proceso de asimilación y sincretismo continuo, como lo sostiene Julián Palacios, un maestro universitario puneño de la cultura y sabiduría indígena, según la cita que realiza Arguedas, quien afirma que los diablos, personajes centrales de la diablada, son de origen reciente, incorporados, aproximadamente, en la segunda década del siglo XX por los obreros de Puno para solemnizar la fiesta a la Virgen. 

  Morenada de la Asociación Centro Unión Capachica. Alcohol, elixir de la vida. 

Un hecho devocional importante en las celebraciones es el vestuario. Aunque muchas de las veces es donado, representa, para las fraternidades, el cumplimiento de la promesa hecha a la Virgen, según continúa argumentando el referido antropólogo. El atuendo con el que se baila, casi siempre de estreno, destaca por el arduo empeño, cultural y económico, que le dedican las agrupaciones. Se valora, sigue refiriendo Rodríguez, la concepción artística, la iconografía, la confección y la identidad que ayuda a diferenciar a cada comparsa. Se cuida los más mínimos detalles porque también simboliza prestigio, pedidos, favores, interés, agradecimiento y preocupación hacia la Mamita.

Arguedas referiría al respecto, sobre los vestuarios, que en ninguna otra región se creó tal cantidad de disfraces que buscan reflejar, en toda su magnitud, la devoción. Muy pocos pueblos, añadiría el destacado etnólogo nacional, si se quiere comparar, supieron aprovechar, con gran imaginación, los vestidos y adornos de origen español para disfrazar y dar misterio a sus bailarines.

Mamachas. Candelaria - Lima 2013. 

Ciertamente parte del atractivo de la fiesta, para los bailarines, pasa por ser una oportunidad de relajación. Por ejemplo, un momento muy esperado es la parte final de la celebración en la que se practica el cacharpari, una recepción de agradecimiento a los danzantes por su participación. Se comparten grandes cantidades de alcohol y comida tradicional que, en la mayoría de los casos, corre a cargo del padrino, alferez o mayordomo. 

Otra costumbre habitual es el challado. Challar es celebrar un hecho favorable, con comida y más bebida, cuando, sobre todo, se inaugura algo valioso para la fraternidad. En las agrupaciones generalmente se acostumbra challar el estreno de nuevos vestuarios o cuando, por primera vez, nuevos integrantes forman parte de una presentación. Se rocía el suelo o el elemento agasajado con lícor en honor, agradecimiento y en busca de bendiciones de la Madre Tierra.

¡Llegó la banda! Parte importante, en las festividades, es el ritmo que ponen los músicos. 

El altiplano, ciertamente, "es frío y cruel". Sin embargo, la gente que da vida a estas tierras es "activa, audaz, industrial y sensible", en la descripción del escritor andahuaylino. 

A pesar de que, por momentos, se combinan fuertes lluvias con inclementes rayos del sol, durante las primeras semanas del año en Puno, el paso de las agrupaciones nunca se detiene. Anualmente participan, en promedio, más de 80 comparsas, integradas por cerca de 1,000 miembros cada una, que en torno a dos importantes fechas, para las danzas de luces (el concurso en el estadio Enrique Torres Belón y la parada por las principales calles de la ciudad), demuestran su ahínco por ser parte de la Fiesta Grande. Ritmo y devoción. 

La belleza y alegría del caporal. Integrante de la Agrupación Asiruni 100x100. 

En el mismo texto de Arguedas que se mencionó, el escritor de El zorro de arriba y el zorro de abajo, indicaría con mucha claridad que: "en los últimos años los conjuntos de bailes indios han ido perdiendo su pureza. La tradición perdió su rigurosa autoridad y surgió una nefasta libertad de mezclar los personajes de unos bailes con los otros... A esto hay que agregar la influencia de la carretera y la civilización. El indio pierde la mítica conciencia de sus bailes, se desintegra el contenido religioso y profundo de las danzas, de su valor ritual".

Razón no le falta a Arguedas cuando, además, indica que el interés demostrado por los turistas y viajeros han contribuido no poco a esta degeneración de las formas genuinas de las danzas, por el afán de improvisar y ostentar.

Sin embargo (siempre hay sin embargos), cuánto contribuye el interés de bailarines no puneños para que estas danzas tengan la trascendencia que, en la actualidad, traspasan las fronteras del Altiplano. ¿Habrían sobrevivido estos ritmos que, ciertamente, añadieron nuevas formas y estilos, con la influencia de nuevas culturas, como lo hacen desde su creación, siglos atrás? La cumbia, la salsa y otras expresiones han sido materia de análisis que, en particular posición, se enriquecieron con la fusión e incorporación de nuevas expresiones. Su vigencia se debe, en parte, a este fenómeno.

Sayitas. Para bailar por la Mamita Candelaria.

Fiesta y compromiso. La tradición marca que debes de bailar durante tres años consecutivos para que la Mamacha Candelaria te conceda un milagro. A título personal, cuando ingresas a la movida, no te sales nunca. Nunca.

"La vida sin música sería un error", Friedrich Nietzsche.

BONUS TRACK:  La fe y la fiesta, documental elaborado por la Municipalidad Metropolitana de Lima sobre la última festividad realizada, en la capital, a la Virgen de la Candelaria, (Plaza de Armas, 3 de febrero, 2013). "Bailaremos hasta que Dios y la Virgen lo permita".
                       
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