1 de julio de 2015

Cuento: Killapa Wawan


Estaba el inca Huáscar reunido junto a su Consejo Imperial, impaciente y preocupado ante la amenaza de sublevación que, según le habían informado, planeaba realizar su hermano Atahualpa en el Norte, en Quito, lo que ponía en riesgo la estabilidad del Imperio, además de sus planes expansionistas más allá del río Maule.

La rebelión era inmediata y Huáscar sabía lo fundamental que significaba el advertir, en el más corto plazo, a sus generales del norte, además de al gobernante del Chinchaysuyo los planes que, en secreto, se estaban manejando.

Sabía, también, que gran parte del éxito del Imperio se había logrado gracias a la red de caminos, que implicaba puentes, tambos y depósitos, que habían asimilado de anteriores pueblos y eran aprovechadas con rapidez y resistencia por sus mensajeros: los chasquis.

Por ello, preveía que la celeridad en el anuncio del mensaje dependía de su mejor portador de noticias: Killapa Wawan, quien, en varias misiones previas, había demostrado tener una capacidad superior a la de otros hombres.

Killapa Wawan tenía un origen misterioso: la primera vez había aparecido, muy joven, a los pies del príncipe inca Cusi Yupanqui, durante los enfrentamientos contra los chancas, para proponerle una estrategia que ayudó grandemente a revertir la crítica situación inca y les permitió hacerse de una victoria clave ante tan hostil y resistente pueblo.

Tras la victoria, Cusi Yupanqui deseó convertir a Killapa Wawan en el máximo general de sus ejércitos, por la inteligencia y valentía demostrada, pero él le pidió conservar su condición de chasqui, para la cual sentía que podía servir mejor al Imperio y a la integración andina.

Nunca había comentado, ni antes ni después, sobre su ayllu de origen, pero sí había demostrado entrega y compromiso, no vistas en ningún otro hombre, lo que, ante los ojos del Inca, era suficiente como para no dudar sobre su fidelidad al Tahuantinsuyo.

Y como en aquel momento contra los chancas, nuevamente ahora, en sus manos estaba el futuro del Imperio, por lo que le fue encomendada la misión de inmediato y dadas las indicaciones que debía informar, pueblo tras pueblo, a los generales incas a fin de que estén preparados ante el peligro de sublevación.

Killapa Wawan salió del Cusco ese mismo día. En tiempos pasados, había ayudado a los ingenieros indígenas en el trazado de los Qhapaq Ñan, ya que era uno de los hombres que más conocía los territorios andinos y de la costa antes, incluso, del auge del Tahuantinsuyo.

En alguna circunstancia había conversado con algunos administradores del Imperio y les había explicado que, en el momento crucial de la guerra inca – chanca, había decidido apoyar a los primeros porque sabía que estos garantizarían el asimilar los conocimientos previos como la red de caminos, además de otros, que habían ayudado al desarrollo de los grupos étnicos y los pueblos andinos.

Casi al anochecer, Killapa Wawan ya había emprendido el camino. Según las predicciones de los astrólogos del Imperio, ese día habría luna llena, lo cual, para sus intereses, sería de mucha utilidad; según les había indicado a quienes lo vieron partir, ante la incertidumbre de estos por la explicación lógica.

Los primeros kilómetros los hizo sin contratiempos, hasta que se dieron las condiciones que tanto esperaba para hacer más rápida su misión: la aparición de la luna llena.

Killapa Wawan era hijo de la luna (el significado de su nombre) y cada vez que esta se manifestaba, como luna llena, se convertía en un puma andino, un animal veloz y resistente, adaptado a la inclemencia de la geografía y clima de los Andes, que superaba sin ninguna dificultad.

Así, en tal condición, avanzó con gran rapidez durante toda la noche, ya que volvía a ser hombre al amanecer, cuando la luna se ocultaba. Gracias a ello, al mediodía ya había realizado un gran tramo de su camino y advertido del peligro a varios generales incas.

Como hombre de extrema confianza y consideración del Inca, su palabra tenía la misma importancia que la del Soberano, además de igual trato en los tambos por los que pasaba.

En su camino, fue corroborando lo que había proyectado de los Qhapac Ñan: su vital importancia en el desarrollo regional, la expansión territorial y, luego, en el establecimiento de la organización del incario.

Se cruzó con agricultores quienes transportaban los excedentes de las cosechas para intercambiarlos mediante trueques, además de llevar sus tributos al Inca y al Imperio, que eran enviados, luego, a los depósitos en los centros administrativos.

Igualmente pudo ver a los ejércitos locales que se movilizaban para garantizar el orden y el traslado de poblaciones enviadas en calidad de mitmaq con frecuencia a lugares distantes de su origen.

Otros chasquis además de jueces, amautas, administradores y quipocamayo, entre otros, también pasaron por los caminos, quienes, para Killapa Wawan, desempeñaban una labor fundamental dentro de la organización inca.

Al tercer día llegó al Chinchaysuyo, en donde se respiraba un aire de incertidumbre que el gobernante no sabía cómo interpretar; por lo que, al ver a Killapa Wawan supo que una solución ya se estaba tomando desde el Cusco.

Killapa Wawan sabía que la situación era complicada y como en el devenir mismo del Ande, en el que se habían presentado periodos de auge imperial y luego desarrollos regionales, quizá –pensaba que– este era el momento en el que el Tahuantinsuyo debía dar paso a mayores estadios culturales andinos: su verdadero interés.

Tras cumplir su misión, emprendió el retorno; cuando, en ese tránsito, vio extraños hombres barbudos montados sobre animales revoltosos, similares a las llamas pero de mayor tamaño, a quienes les brillaba el cuerpo cuando su vestimenta tenía contacto con el sol.

Sabía que su presencia en estos territorios era nueva, pero no conocía sus propósitos, por lo que apresuró su regreso para comunicárselo al Inca, sin tener la seguridad, por cómo estaba la situación en el Norte, de que su advertencia sea tomada en cuenta, esta vez.

Esta imagen, que encontré en Internet, en esta página, grafica, en una parte, el mensaje de la historia. Entiendo que la autoría de la imagen es de: Alba Pascual.


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