17 de julio de 2015

Arenas y Esteras: la original y verdadera esencia del circo

El colectivo artístico Arenas y Esteras lleva 23 años formando mejores ciudadanos al sur de Lima. Ellos demuestran que el circo, en su esencia más comprometida, es capaz de transformar las realidades más complicadas y encaminar la vida de las personas.

Durante los años más álgidos del terrorismo en la década de 1990, surgió en Villa El Salvador una de las respuestas más creativas para enfrentar la violencia interna sin derramar sangre. En los arenales de Lima sur, la intención era devolver a los vecinos la alegría y la fuerza extraviadas entre la desesperanza y reconstruir con ellos lo que, en ese momento, parecían perder: su espacio propio.

Eran los tiempos de los coches-bomba, los apagones y las pintas. El temor había horadado la resistencia del pueblo joven y condicionaba a las personas a no salir de sus casas. Villa El Salvador se convirtió en un distrito silencioso, en cuyas calles primaba el miedo y la desconfianza.

Publicación original para Variedades de El Peruano.

“Había que hacer algo”, recuerda Ana Sofía Pinedo, fundadora de Arenas y Esteras. Es así que, tras el asesinato de María Elena Moyano, en febrero de 1992 (el suceso que reforzó esa sensación de retumbarse todo), se reunieron varios artistas, entre quienes, además de compartir esa sensación de dolor y frustración, brotó el deseo de devolverle una sonrisa a la gente. La alegría es un derecho que nadie debería perder en el camino.

Así empezó Arenas y Esteras. Se pintaron las caras, se pusieron narices rojas y sobre rústicos zancos salieron a hacer pequeños festivales. No eran organizados, pero la gente comenzó a recuperar su calle.

Luego vino la primera obra, en 1994. Y, pese a que las circunstancias continuaban difíciles, se aventuraron a viajar. Recorrieron el Perú para dar un mensaje diferente. A finales de esa década se cruzaron con artistas italianos, de quienes recibieron un taller que se convirtió en la semilla que creció y convirtió el aprendizaje de Arenas y Esteras en un bosque.

En 2002 hicieron sus primeras giras internacionales y, desde mucho antes, ya recibían el reconocimiento de los vecinos por haber contribuido a reconstruir su ciudad y devolverles la alegría y color a sus calles. "Nos reconocían como chicos que hacíamos arte y trabajábamos por la paz".

En ese trabajo, con el paso de los años, llegaron otros proyectos como, en 2005, el Festival de Circo Social (Festicirco), que se realiza durante Fiestas Patrias, y el encuentro Arte y Memoria, en noviembre, vinculado a promover los derechos humanos, la memoria e identidad.

2013: Invasión circense al Cerro Papa. Foto: Edujival. Tomado de: LaMula.pe

ENTREGA
Para Ana Sofía, como para quienes son parte de Arenas y Esteras, esto es una pasión. Es la verdadera esencia del circo: la que reúne a gente con necesidades, pero con ganas y fuerzas, y que cuentan con una comunidad que los acompaña.

“Para nosotros el Festicirco es también un acto de reivindicación porque el circo es una tradición de la que no todos pueden disfrutar. Lo que pasa en un contexto de Fiestas Patrias, cuando se arma una carpa en un día y se vende canchita, es el mercado. Y en el mercado entra todo. Pero la dimensión del circo social es la que transforma vidas", comenta.

Como le pasó, hace unos años, a uno de sus integrantes: un estudiante explosivo en medio de la precariedad y la violencia, quien estaba a punto de ser expulsado del colegio. Pero lo podía evitar si, como dispuso la profesora, se metía a un taller.

E ingresó al de circo. Por obligación, pero le gustó. “Fue uno de los que más rápido aprendió y hasta llegó a hacer giras en Europa”. Ahora tiene una productora de eventos y les da trabajo a otros chicos. Su futuro cambió, en el preámbulo de un triple salto mortal, de uno en el que, quizá, la cárcel era el lugar que lo esperaba.

El trabajo del grupo busca despertar imaginación y fuerza entre las personas, pero, además, el activismo social y político que, desde el arte, realizan. “Porque no tiene ningún sentido ser artista en lugar como Villa El Salvador y vivir de espaldas a la realidad”, reflexiona.

Circo en el Cole en Villa El Salvador. Foto: Edujival. Tomado de: LaMula.pe

Su apuesta artística está en función de los procesos sociales y las luchas de la gente como es, ahora, la inseguridad ciudadana. Un problema que, para Ana Sofía, se debe enfrentar haciendo que la calles sean lugares nuestros, para que no sea del que se aprovecha del silencio y la oscuridad.

"Cuando organizamos un festival o hacemos un pasacalle, transformamos el ambiente de miedo en uno de organización, de color, de presencia y ese es nuestro rol", afirma.

En el futuro se sienten responsables de seguir trasmitiendo lo que han aprendido para que se asuma el rol del artista con compromiso social y replicar esta experiencia en otros lugares.

Así, hacer que más casos como el de Alex Chumpitaz, profesor en Arenas y Esteras, se pueda repetir. Él creció, se casó y tuvo un hijo en el circo; tras una difícil vida, en la que, sin embargo, nunca dudó en que el arte te da mejores satisfacciones que el dinero, como es el contribuir con el desarrollo de otra persona. “Un ser increíble”, finaliza Ana Sofía. Como todos quienes son parte de este maravilloso lugar.

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FESTICIRCO
Este 2015, el Festicirco se iniciará el 20 de julio con “Circo en el Cole” para luego realizar la “Invasión Circense” en el Cerro Papa y, del 27 al 31 de julio, en la Casa Cultura Comunitaria Arenas y Esteras (en Villa El Salvador). Para celebrar estos 10 años llegarán agrupaciones de Ecuador, Uruguay, Brasil, Francia, Colombia, Chile y Argentina. Esta edición es posible gracias al apoyo de Iberescena, dirigentes, comedores populares, colegios, grupos y artistas comprometidos.

BONUS TRACK: La historia de Villa El Salvador por Sucedió en el Perú (TV Perú).


[Parte del texto fue publicado en Variedades, de El Peruano, el viernes 17 de julio de 2015 –página 8–. Acá en mi página de Scribd].
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11 de julio de 2015

Sheila Alvarado: trazo y color de una artista a tiempo completo

El arte es una carrera de largo aliento que a Sheila Alvarado, ilustradora, escritora y artista plástica, le ha permitido crear alrededor de mil dibujos, algunos de los cuales son parte de su reciente exposición, además de muchos personajes: seres de vida diversa.  

Los personajes que Sheila dibuja son como los amigos que ella y todos tenemos: pueden desaparecer de nuestras vidas, por momentos, pero siempre están ahí. Para crearlos, narra que primero el personaje viene a ella, escucha su voz con mucha atención y, entonces, los describe lo mejor posible.

Tras varios años dedicados al dibujo, le resulta difícil recordar cuántos ha creado. Solamente para la muestra que está presentando, por ejemplo, tiene cerca de veinte, como Ballena blanca, La Maga o Lisa y sus hermanos.

Publicación original para Variedades del diario El Peruano.

Y es que Sheila crea todo el día. Cuando le viene una idea, la plasma en un cuaderno y, generalmente, la continúa trabajando en otro momento. Aprendió a ordenarse de esa manera y, en el tiempo adecuado, recuerda dónde está, aunque hayan pasado años.

Así ha tenido dibujos y personajes que esperaron hasta 20 años porque sentía que, en otro momento, podía hacerlos mejor. Con esa certeza, piensa que luego retomará otros proyectos que están esperando la intensidad y estación adecuadas.

En ese devenir, Sheila sabe que a veces también tiene que retroceder con sus trabajos. Sus personajes, en ocasiones, ‘saltan’ de un lugar a otro y pueden salir en su siguiente muestra o encontrar una tercera parte y quizá una secuela.

IMÁGENES
En su universo (casi) todo está cargado de imágenes. Para ella, escribir es como dibujar, actividad para la cual es muy intuitiva. Si tiene una idea, simplemente la escribe y no trata de forzarla. Es su (des)orden natural.

Dice que quiere dibujar todo el tiempo, pero ha aprendido que no puede hacerlo siempre, ya que su cuerpo no lo resiste. Entonces tiene que parar y balancear su vida. Lo cual, afortunadamente, no impide que se deje llevar por lo que quiere… y lo haga.

Del cuento "Del cazamariposas". Trabajo de Sheila.

Además de dibujar y escribir cuentos, tiene libros de poesía, pero también necesidad por cantar. De hecho, ha compuesto algunos huainos y yaravíes, que, el próximo año, podría cantar.

Podría. Podría porque con ella –dice– nunca se sabe. También podría dedicarse a bailar huaylarsh o cumbia, pero dependerá de qué necesidades emocionales tenga que cubrir.

Y es que a ella le da miedo estancarse. No siente temor por empezar una nueva etapa, como a la mayoría de nosotros. Con esa perseverancia, por ejemplo, el año pasado empezó a trabajar en acuarela. Nunca lo había realizado, pero lo hizo.

Así también, empezó a escribir cuentos para niños, pese a que le habían dicho que era difícil, pero lo logró. Y bien. Ya obtuvo el primer premio en la Quinta Bienal de poesía infantil del Icpna.

PERSEVERANCIA
Sheila cree que el problema es la falta de perseverancia en las personas. Pese a ello, concuerda en que todos tenemos algo que comunicar, pero nos reprimimos, quizá, por miedo a lo que otros pensarán o dirán.

Se imagina que en un futuro seguirá trabajando. No sabe en qué, pero no se ve sin hacer nada. Dice que una vez le preguntaron qué haría si se saca la lotería, a lo que respondió: “Más cosas, obviamente”.

El secreto, podría ser, es que Sheila disfruta la vida y hace, verdaderamente, lo que quiere. “No soy alguien que dejaría todo para viajar y vivir la vida, porque, para mí, esta es la vida”, explica.


Limeña Girl, el personaje que caracterizó a Sheila (o ella a él) durante muchos años.

Como se puede sospechar, le faltarían un par de vidas para hacer todo lo que desea. A veces se pregunta qué hará en su próxima vida y no se decide si ser bailarina o, quizá, violinista ayacuchana.

Por el momento, ya ha sido mesera (aunque no sabe por qué), pero estudió y lo fue. Trabajó un par de meses y no lo volvió a hacer. Igual le pasó con el tango y el skate.

Además de proyectarse haciendo algo siempre, Sheila (cuya pronunciación de su nombre es "Shila") también se imagina, hasta el final, con su larga trenza entre las manos porque representa una cuestión de identidad.

Su trabajo –afirma– busca que la gente desee, crea en sí misma y luche por lo que quiera. Por cierto, Sheila es una de las 101 razones para estar orgullosos de Lima.

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SHEILA ALVARADO PEÑA (LIMA, 1979)
Del 9 de julio al 3 de agosto, Sheila presenta su quinta exposición individual titulada Del Cazamariposas y otros cuentos, en la que se exhiben cuentos y trabajos que permanecían en diarios y cuadernos, desde su época de estudiante. La cita con parte de su universo es en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores.

Previamente, ha ganado la medalla de plata en la especialidad de grabado en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Publicado los libros Pelilargo (Alfaguara, 2007), Tomando té (Altea, 2008), Corazón de Algodón, de la Coneja poeta (Paracaídas, 2010), así como Ciudad de Payasos (Alfaguara, 2010), novela gráfica en coautoría con el escritor Daniel Alarcón.

Ella. Foto vía: sheilaalvarado.pe

Ha representado al Perú en el 10° Salón del Libro (Luxemburgo, 2010), en el 10° Viñetas con Altura (La Paz, 2012) y en el 10° Embotellarte (Miami, 2012).

[Parte de este texto fue publicado en Variedades, de El Peruano, el viernes 10 de julio de 2015 –páginas 4 y 5–. Acá en mi página de Scribd].
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1 de julio de 2015

Cuento: Killapa Wawan


Estaba el inca Huáscar reunido junto a su Consejo Imperial, impaciente y preocupado ante la amenaza de sublevación que, según le habían informado, planeaba realizar su hermano Atahualpa en el Norte, en Quito, lo que ponía en riesgo la estabilidad del Imperio, además de sus planes expansionistas más allá del río Maule.

La rebelión era inmediata y Huáscar sabía lo fundamental que significaba el advertir, en el más corto plazo, a sus generales del norte, además de al gobernante del Chinchaysuyo los planes que, en secreto, se estaban manejando.

Sabía, también, que gran parte del éxito del Imperio se había logrado gracias a la red de caminos, que implicaba puentes, tambos y depósitos, que habían asimilado de anteriores pueblos y eran aprovechadas con rapidez y resistencia por sus mensajeros: los chasquis.

Por ello, preveía que la celeridad en el anuncio del mensaje dependía de su mejor portador de noticias: Killapa Wawan, quien, en varias misiones previas, había demostrado tener una capacidad superior a la de otros hombres.

Killapa Wawan tenía un origen misterioso: la primera vez había aparecido, muy joven, a los pies del príncipe inca Cusi Yupanqui, durante los enfrentamientos contra los chancas, para proponerle una estrategia que ayudó grandemente a revertir la crítica situación inca y les permitió hacerse de una victoria clave ante tan hostil y resistente pueblo.

Tras la victoria, Cusi Yupanqui deseó convertir a Killapa Wawan en el máximo general de sus ejércitos, por la inteligencia y valentía demostrada, pero él le pidió conservar su condición de chasqui, para la cual sentía que podía servir mejor al Imperio y a la integración andina.

Nunca había comentado, ni antes ni después, sobre su ayllu de origen, pero sí había demostrado entrega y compromiso, no vistas en ningún otro hombre, lo que, ante los ojos del Inca, era suficiente como para no dudar sobre su fidelidad al Tahuantinsuyo.

Y como en aquel momento contra los chancas, nuevamente ahora, en sus manos estaba el futuro del Imperio, por lo que le fue encomendada la misión de inmediato y dadas las indicaciones que debía informar, pueblo tras pueblo, a los generales incas a fin de que estén preparados ante el peligro de sublevación.

Killapa Wawan salió del Cusco ese mismo día. En tiempos pasados, había ayudado a los ingenieros indígenas en el trazado de los Qhapaq Ñan, ya que era uno de los hombres que más conocía los territorios andinos y de la costa antes, incluso, del auge del Tahuantinsuyo.

En alguna circunstancia había conversado con algunos administradores del Imperio y les había explicado que, en el momento crucial de la guerra inca – chanca, había decidido apoyar a los primeros porque sabía que estos garantizarían el asimilar los conocimientos previos como la red de caminos, además de otros, que habían ayudado al desarrollo de los grupos étnicos y los pueblos andinos.

Casi al anochecer, Killapa Wawan ya había emprendido el camino. Según las predicciones de los astrólogos del Imperio, ese día habría luna llena, lo cual, para sus intereses, sería de mucha utilidad; según les había indicado a quienes lo vieron partir, ante la incertidumbre de estos por la explicación lógica.

Los primeros kilómetros los hizo sin contratiempos, hasta que se dieron las condiciones que tanto esperaba para hacer más rápida su misión: la aparición de la luna llena.

Killapa Wawan era hijo de la luna (el significado de su nombre) y cada vez que esta se manifestaba, como luna llena, se convertía en un puma andino, un animal veloz y resistente, adaptado a la inclemencia de la geografía y clima de los Andes, que superaba sin ninguna dificultad.

Así, en tal condición, avanzó con gran rapidez durante toda la noche, ya que volvía a ser hombre al amanecer, cuando la luna se ocultaba. Gracias a ello, al mediodía ya había realizado un gran tramo de su camino y advertido del peligro a varios generales incas.

Como hombre de extrema confianza y consideración del Inca, su palabra tenía la misma importancia que la del Soberano, además de igual trato en los tambos por los que pasaba.

En su camino, fue corroborando lo que había proyectado de los Qhapac Ñan: su vital importancia en el desarrollo regional, la expansión territorial y, luego, en el establecimiento de la organización del incario.

Se cruzó con agricultores quienes transportaban los excedentes de las cosechas para intercambiarlos mediante trueques, además de llevar sus tributos al Inca y al Imperio, que eran enviados, luego, a los depósitos en los centros administrativos.

Igualmente pudo ver a los ejércitos locales que se movilizaban para garantizar el orden y el traslado de poblaciones enviadas en calidad de mitmaq con frecuencia a lugares distantes de su origen.

Otros chasquis además de jueces, amautas, administradores y quipocamayo, entre otros, también pasaron por los caminos, quienes, para Killapa Wawan, desempeñaban una labor fundamental dentro de la organización inca.

Al tercer día llegó al Chinchaysuyo, en donde se respiraba un aire de incertidumbre que el gobernante no sabía cómo interpretar; por lo que, al ver a Killapa Wawan supo que una solución ya se estaba tomando desde el Cusco.

Killapa Wawan sabía que la situación era complicada y como en el devenir mismo del Ande, en el que se habían presentado periodos de auge imperial y luego desarrollos regionales, quizá –pensaba que– este era el momento en el que el Tahuantinsuyo debía dar paso a mayores estadios culturales andinos: su verdadero interés.

Tras cumplir su misión, emprendió el retorno; cuando, en ese tránsito, vio extraños hombres barbudos montados sobre animales revoltosos, similares a las llamas pero de mayor tamaño, a quienes les brillaba el cuerpo cuando su vestimenta tenía contacto con el sol.

Sabía que su presencia en estos territorios era nueva, pero no conocía sus propósitos, por lo que apresuró su regreso para comunicárselo al Inca, sin tener la seguridad, por cómo estaba la situación en el Norte, de que su advertencia sea tomada en cuenta, esta vez.

Esta imagen, que encontré en Internet, en esta página, grafica, en una parte, el mensaje de la historia. Entiendo que la autoría de la imagen es de: Alba Pascual.


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