22 de febrero de 2011

El fenómeno brasilero: el más cristiano de los Ronaldos

"Yo solo soy un jugador de fútbol. Él no es de este mundo."
Juan Antonio Pizzi

Usualmente en Filosofía se define al fenómeno como aquel aspecto que las cosas ofrecen ante nuestros sentidos; es decir, el primer contacto que tenemos con las cosas, lo que los filósofos empiristas denominan la experiencia. Cada época es decisiva para definir las cosas. La mayoría de pensadores han intentado darle la explicación más acorde a tan complejo término. Hoy el fenómemo es lo más parecido al talento.

Fenómeno es igual a Ronaldo. Entonces, el fenómeno es aquella experiencia agradable, exacta y única que nos ofrecen tipos con habilidades especiales. A ningún otro Ronaldo, o jugador, en general, lo podrán llamar fenómeno. Ni, mucho menos, a cuanto deportista cristiano, judío o musulmán que intente acercarse a su talento poniéndose, irrespetuosamente, tamaño apelativo.

Estamos hablando, amigos, del único jugador que disputó los clásicos Real Madrid - Barcelona y Milán - Inter con las cuatro camisetas. Nos referimos a una mole de músculos que soportó tres lesiones de gravedad en la misma rodilla y siempre volvió al gramado con la misma capacidad. Lesiones que, definitivamente, hubiesen acabado con la carrera futbolística de cualquier jugador ordinario. Este es un fenómeno. Un fuera de serie que apareció tocando el balón al lado de Homero Simpson. No cualquiera. A nadie le va quedar ese apodo mejor que a él. Que a ti.

Envidio de los dioses su eternidad. Lamento, como todo mortal, no poder disfrutar a todos aquellos dotados por el talento de acariciar y hacer filigranas con el balón. Cronológicamente, solo gocé con los últimos minutos de su partido profesional. Sin embargo, me enorgullezco de ser testigo de su mejor etapa futbolística. De presenciar su extrema potencia, su incansable habilidad y su desconcertante capacidad de definición.

Hoy vuelve a ser noticia. Se expelen pósters -obviamente, en papel couché- y se editan especiales en televisión con sus mejores goles -difícil y arriesgada tarea-. Vuelve a las portadas no por lo que hace en el cuadrado verde, sino por despedirse. El fútbol lo llora. No murió, pero lo abandona. Es así, los hinchas no entendemos de razones. Nada justifica la pérdida. Nos quedamos con la alegría. Con sus bicicletas y sus goles aún presentes en nuestra retina. Y, cómo no, con lo especiales de Youtube.

Aunque la noticia era predecible -pues como recita el pregón: "todo tiene su final"- no merecía un adiós así. Opacado por el fracaso y los escándalos. Despedirse por la puerta trasera, como Zidane o Maradona. ¡Oh trágico sino coincidente de los dioses!

Se retira el mejor delantero que he visto. Habilidad para ubicarse en el lugar adecuado, en el momento preciso. Movimiento de cintura, cual salsero experimentado; imposible de controlar para todo voluntarioso defensa. Solo el exceso de peso, provocado por el hipotiroidismo pudo frenarlo. Técnica, rapidez y potencia.

Volvió en el momento menos esperado, cual Ave Fénix, para batir el récord de goleador en los mundiales. Si bien los récords están para superarse, anhelo que nadie rompa el suyo.

Se retiró. Y lo hizo entre lágrimas.

"El fútbol es muy sencillo, hay que marcar más goles que el contrario", Ronaldo. E hizo bien su tarea.

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